No quiero hablar del 2019

Desde diciembre entré en una especie de bucle mental. (Me pasa seguido).

Era momento de publicar la parte 2 y 3 de la retrospectiva del 2019 (porque publiqué la 1 en noviembre) y no me sentía como para hacerlo.

Después llegó la vorágine vacacional y lo olvidé.

Luego cambió el año y ya no se sentía como que tuviera mucho sentido hacerlo.

Pero sentía que tenía que hacerlo. Solo que no quería.

Y así pasaron veintitantos días de enero hasta que hice consciente todo eso o, mejor dicho, me senté a ver qué estaba pasando porque quería escribir pero no quería escribir al mismo tiempo.

Entonces, heme aquí. Rompiendo las reglas. Mis reglas autoimpuestas sobre publicar y demás. Y siendo honesta conmigo misma:

Ya no quiero hablar del 2019.

No fue un año tan traumático como el 2018. O el 2017. No me pasaron cosas horribles. Pero se siente feo pensar en él. Creo que hay eventos que todavía no estoy lista para enfrentar. Como que se tiene que asentar todo un poco más, tal vez.

Seguramente en algún momento será terapéutico hablar de ello y hasta llegar a redactarlo, aquí o en otro lugar.

Pero por ahora, no.

Por ahora estoy bien así.

En vez de hablar del pasado, hablemos del presente. ¡Y del futuro!

No sé si esté bien pero siempre me ha emocionado más el futuro.

La verdad, este es el primer año en el que me siento como que el futuro puede realmente ser brillante. Énfasis en “puede”.

Es decir, todos los años siempre tienen cierto potencial de ser el mejor año de la vida y bla bla, pero para mí, en mi vida, es muy claro cómo todo lo que he ido construyendo y sanando a lo largo de los últimos 10 años me ha ido llevando a este momento.

Se siente como un final-principio, mucho más que otros años.

Final de las pruebas, de la parte más intensiva del aprendizaje, del túnel oscuro. De la saga de la heroína.

Principio del regreso a casa, y de realmente construir lo que realmente quiero que exista. Ya no solo las bases; la cosa en sí.

Y es un principio muy emocionante, en el que puedo ser yo misma más que nunca. En el que ya por fin dejé de sentir que no entendía nada de lo que me estaba pasando, o de cómo soy yo; en el que los cabos ya se ataron.

O al menos los más importantes.

Me siento muy emocionada por lo que esta nueva década y este nuevo año nos va a traer.

Tengo la sensación de que para muchas personas no va a ser lindo pero me gusta pensar que para la humanidad en general sí.

Ya es necesario. Ya hace falta que las cosas cambien, que los pocos que han estado demasiado cómodos a merced del sufrimiento de millones de personas despierten y se sacudan.

Un mundo más justo, más sostenible, más incluyente, ya no se puede seguir haciendo esperar.

Es momento de usar nuestras voces, nuestros talentos, contribuir en nuestra parte del mundo, con lo que tenemos a la mano y como estamos.

Ya no necesitamos prepararnos más, estudiar más, practicar más.

Ya estamos listos.

Ya estamos listos para hacer lo que vinimos al mundo a hacer, para el bien de todos.

Hay que salir y actuar.

Ahora más que nunca.

O, quizá mejor dicho, ahora porque tal vez después sea nunca.